domingo, 26 de julio de 2009

"Ella y él" - primera parte

Él, decidió permanecer en la oscuridad sin prender la luz como para sentirse acompañado, se quiso confundir con la tranquilidad que lo proveía el sillón donde hacía más de seis horas había permanecido; la tarde entera se cobijó en su sillón favorito, tenía clavados los ojos en el televisor, una, dos, tres películas pasaron, las vio completas como nunca antes, se rió, se emocionó, se sintió uno más de aquellos que les gusta mucho el cine; a él no, nunca aguantaba más de una, se aburría con frecuencia pero ahora era distinto, observaba la película y miraba a su costado como tratando de imaginar que la veía, se reía a menudo y volvía a girar la cabeza como buscándola con la mirada disimulada, sorbía la gaseosa que había comprado algunas horas antes para la “Tarde de película” como la había bautizado por la mañana mientras alistaba sus cosas a la espera de ‘ella’, la persona que se había convertido en su persona favorita hace algunos años.

Ella, a estas horas de la noche había adquirido muchas figuras, en la imperante oscuridad se había convertido en soledad, su fiel amiga, la de siempre, la que siempre lo abraza, la que cobija y conforta como aquel niño que aun se creía ser por momentos, en momentos de tranquilidad; aquella soledad sin figura, que no reflejaba la imagen de mujer alguna pero que tal vez envolvía a todas ellas, sus mujeres, a las que quería, la mamá, la hermana, la amiga, su confidente, las chicas que le gustaban y hasta la novia que aun no tiene o la que tuvo pero la perdió, lo dejó, la dejó, o simplemente se alejó, quizás a la que alejó o con la que simplemente se alejaron.

Él, quería hacer muchas cosas y a la vez su voluntad se marchitaba, a duras penas prendió la ‘estereo’, jugó un rato con la perilla, cual “Ruleta rusa musical”, quería una canción que lo acompañe. Dejaremos a la suerte la primera canción de la noche – se dijo para sus adentros. Miraba hacia su jardín trasero, aun no oscurecía del todo y se lograba divisar el color que confunde la tarde con la noche, aquel breve instante que seguramente le habría encantado compartir con ‘ella’ a la que había esperado todo el tiempo y a la que aun esperaba aunque por momentos se haya arrepentido y se dijera… “¡No! más”.

Ella se había vestido de negrura, se contorneaba de lado a lado, ocupaba todo el espacio que podía capturar con sus constantes parpadeos, le recordaba a todas, a algunas con particular alegría, lo hacía recordar cosas, aquellas que le gustaban, las que detestaba también y ella lo oía gruñir de cuándo en cuándo; intrigante como ella sola se abalanzaba sobre su regazo, lo recorría de arriba abajo con su innegociable libertad, jugaba con él, lo asustaba, lo confundía, lo molestaba y hasta le encantaba.

Él había cerrado los ojos y daba chasquidos como animándose sólo, tarareaba la canción en su mente y hasta sonreía ligeramente, conocía de memoria cada estrofa de la canción, le recordaba muchas cosas, le recordaba las noches que se ponía a oírla como para desconectarse del mundo, le recordaba las veces que quería cantarla y se frenaba, le recordaba al ‘viejo’, su ‘viejo’, su padre, su papá o simplemente su ‘pá’ como tantas veces lo llamaba, aquel que le había enseñado a ser ‘romántico’ sin darse cuenta o sin siquiera pretendido hacerlo, su padre era él, o él se creía como su padre, a estas alturas ya no importaba, sólo cantaba mecánicamente ahogando la sensación que lo había aprisionado, extrañaba a su viejo. ¡No seas maricón! no pasa nada, es sólo un rato se dijo así mismo.

Ella ahora tenía figura de alguien muy familiar para él, la conocía de siempre, desde la primera vez, desde que pudo mencionar palabra alguna, la que reconocía a distancia, la que no pronunciaba palabra alguna cuando se enfadaba, como él; la que una vez cuando niño le dijo no seas tontito, puedes escribir de lo que tú quieras hasta de un botón si así lo deseas realmente; la que le había dicho muchas cosas y que le enseño otras tantas, la que le dijo “Te quiero” no sólo con palabras sino que le había dicho “Te amo” con aquella mirada tan bien conocida por él, nadie mira como tú, nadie tiene tu mirada, nadie como tú mamá, le habría encantado decirle en ese instante con un abrazo y un “Te amo” enlazado en la garganta.

Él quería permanecer así, a oscuras, dejar todo transcurrir como si nada ya importara, se refugiaba en las palabras que disparaban las canciones que había empezado a escuchar, bajaba la cabeza, movía los hombros y hasta agitaba de vez en cuando la pierna derecha para que no se le adormeciera por la forma en que se había sentado; contemplaba el panel de luces de la radio, la canción numero veintitrés lo sorprendió cuando quiso ponerse de pie; quedo quieto, desvaneciéndose y quedándose recostado sobre la pared donde se apoyaba cuando se sentaba en el piso de su sala junto al lado derecho de su sillón grande y al lado de la bocina de su estereo que le decía: “How deep is your love?”; era la quinta vez que la escuchaba en todo el día, por alguna razón le gustaba tanto, tal vez le recordaba a alguien, quizás era la pegunta que habría gustado hacerle a su persona favorita o sencillamente era la pregunta que el mismo se había empezado hacer.

La canción de aquella tarde-noche. How deep is your love? - bee gees
Continuará...

3 comentarios:

  1. escribes lindo, ya te lo dije :)
    sigue asii
    esperare la segunda parte jejeje

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  2. Este si está bonito :) Manu-san

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  3. nosé ...
    pero sta geniial x3
    m ustaa (:


    Shey*

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